Y yo, pensando en Pepe Mujica
El otro día, Albert Rivera, con su intervención junto a Pablo
iglesias, consiguió que me viniese una y otra vez a la cabeza alguien que no
estaba en aquel bar, una persona que vive lejos, un presidente que jamás nos
gobernó. Y lo echaba de menos con esa añoranza que produce no lo que se ha
perdido sino lo que nunca se logrado tener.
Escuchaba al líder de Ciudadanos y me lo imaginaba al frente de
España, con su arrogancia, con su pésima educación, con esos ramalazos mal
disimulados de xenofobia, capitalismo feroz y desprecio al maltrato
animal. Sí, desprecio: “hay que prohibir no sólo en un pueblo”, ¿y eso lo dice
el que defendió a capa y espada la continuación de las corridas de toros en
Catalunya? Lo veía interrumpir, lo hacía cuando no se le preguntaba y también
cuando su oponente decía algo que le podía desmontar el decorado. Lo percibí
falso, prepotente, endiosado y no dudo que cuando ocupase la Moncloa lo sería
todavía más porque ya no tendría que forzar ese supuesto talante de chico de la
calle, humilde y dispuesto a barrer con las desigualdades, la corrupción o el
amiguismo. Si el presidente de un banco o un mandatario de la patronal quiere
que una formación política gane las elecciones sé desde ese momento, aparte de
por otras razones, a qué partido ya no he de votar. Advertí en él todo lo que
he dicho pero sobre todo produjo en mí una sensación: la de peligro. Creo que
Albert Rivera además de ser el caudillo de un proyecto político cargado de más
de lo mismo es un hombre peligroso.
Por eso ayer, Pepe Mujica, pensé tanto en ti. Porque estamos a
punto de cambiar de gobierno y tal vez tenía delante a la persona que será el
paladín del próximo. Tan distinta de cómo eres tú, con actitud y valores tan
diferentes, con ideas tan encontradas, que viendo su chulería yo deseaba tu
humildad, sabiendo quiénes desean que gobierne yo recordaba para quienes
administraste tú, sus mentiras me hacían anhelar tu discurso limpio y sincero.
En sus ojos descubrí ambición e hipocresía y tu mirada, compañero, es la de
quien no tiene nada que ocultar. Te eché de menos, sí, pero creo que te echaré
todavía mucho más porque España, parece que no aprende.
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